17 marzo 2008

Efecto emotivo

Como he venido afirmando desde hace tiempo, la sociedad mexicana es escenario de la Guerra Mediática Prolongada (GMP) protagonizada por el ejército “creativo” de los medios electrónicos de comunicación y el elenco de “carismáticos” líderes políticos.
Ambos se dirigen a los ciudadanos del país como si éstos fueran espectadores del sicodrama nacional.

Como todo espectáculo, la guerra mediática regula las emociones de sus pasivos receptores con discursos que van desde la ñoñería telenovelera a la producción de series noticiosas de violencia preventiva. Así, desde hace años, hemos asistido a la proliferación de acontecimientos triviales o trascendentes como los asesinatos de políticos encumbrados que debido a su sobreexposición mediática han producido el desencanto político de televidentes y radioescuchas.
Esta tendencia de convertir la actividad política en un interminable reality show tiende a eliminar las raíces del conflicto social y la radicalidad política.

Con ello los ciudadanos (espectadores) despojados de todo atributo libertario se han convertido en auténticos voyeurs y jueces de los acontecimientos a imagen y semejanza de los participantes del reality “12 corazones”. Esta forma dominante de percibir la realidad se estructura con la programación de acontecimientos que denomino violencia forzada ocurridos en el pasado reciente en nuestro país. Los ejemplos no escasean; el bombazo detonado en avenida Chapultepec a unas cuadras de las instalaciones de la Secretaría de Seguridad Pública del DF, cuyo hecho fue rápidamente convertido en “parte de guerra” entre la policía preventiva de la Ciudad de México y el fantasmagórico Cártel de Culiacán.
El bombazo se prestó para que la secretaría de propaganda del DF y los medios de comunicación dramatizaran un atentado perpetrado por el narco. Sin ningún indicio de autenticidad en la información y con un montaje espectacular, medios y políticos construyen la noticia para los espectadores, quienes más bien quedan confundidos cuando no se conoce con exactitud si la testigo sobrevivió o murió o vemos un video en donde solo observamos las espaldas de los presuntos implicados; la ausencia de una reivindicación o una historia que continua con la detención del supuesto personaje que ordenó la supuesta ejecución de un supuesto jefe de la policía.

Opacidad, opacidad y más opacidad como suelen decir los líderes de la opinión pública. Pero al final de cuentas tal opacidad reivindica la “eficiencia” de los
servicios de inteligencia de la ciudad, que es incapaz de resolver un secuestro de un ciudadano de clase media, pero eficiente para justificar la introducción de siete mil cámaras de videovigilancia en las zonas de “alta delincuencia” Lo paradójico del caso es que algunas de esas zonas de alta peligrosidad las ubica la misma policía a las afueras de las escuelas de educación básica de la Ciudad de México. La profilaxis del gobierno de izquierda coincide con la campaña de combate al narco del “espurio” gobierno federal.

La regulación psíquico mediática no sólo se aplica para marginar a los fumadores de los espacios públicos en los últimos meses sino también ha conquistado el cuerpo militante de los partidos de dizque oposición. Recuerden ustedes la violencia escenificada por las tribus que se disputan el control del presupuesto federal del PRD, donde el mismísimo día de la bandera, pudimos observar el ataque visceral de los bejaranos contra los chuchos a la voz de “fuera traidores”, ante la complacencia
del jefe máximo del partido. Ese mecanismo no es otro que la regulación psíquica de los comportamientos de la diferencia política al interior de un partido vertical de “izquierda” que se permite utilizar el linchamiento como una forma de disciplina frente al caudillo. No hay duda que esa escaramuza evidenció que las acciones mediáticas se pueden devolver contra el autor de la acción; ¡el que a medios mata, a medios muere! O también podríamos decir que el que ¡a miedos mata a miedos muere!

Hay otro ejemplo de cómo la violencia de oposición es sustituida por la violencia forzada, en donde los espectadores se vuelven servilmente partícipes del genocidio, son las consecuencias de la batalla ecuatoriana de la guerra de guerrillas latinoamericana donde fue masacrado el segundo de a bordo de las FARC y en donde la onda expansiva impactó sobre un grupo de jóvenes militantes bolivarianos de origen mexicano. Este acontecimiento de impacto mundial ha provocado la visibilización de decenas de grupos simpatizantes o ligados a los movimientos guerrilleros en nuestro país. La presencia de jóvenes mexicanos, estudiantes de la UNAM hizo pública la topografía de colectivos, organizaciones y movimientos simpatizantes de la lucha armada al proyectar hacía el espectador en general discursos xenófobos (desconfianza hacía cualquier colombiano, cubano o venezolano) hasta la estigmatización de cualquier joven militante con aspecto de guerrillero (aunque no sé como estas mentes van a distinguir entre un camuflaje tepiteño y un camuflaje al estilo Zara); buenos sí sé; a partir de la calidad de las telas y las zonas urbanas según el chavo se desplace.

En suma estas escenificaciones, que con toda su estela de miserabilismo humano, tragedia y muerte, demuestran que vivimos en medio de un régimen de violencia forzada, en donde ésta no es necesariamente física, ya que es básicamente emocional. Es profiláctica, preventiva, ejemplar o regulatoria dependiendo de los reforzamientos mediáticos en boga con el propósito de generar conductas que consiguen adaptar a los “ciudadanos sin atributos” a una disciplina social apolítica con el fin de que declinen a sus derechos para dar lugar a una autorregulación que raya en la felicidad paradójica del individualismotedioso.

La interlocución privilegiada de los creativos de la Guerra Mediática Prolongada (GMP) tanto nacional como global es la juvenil, específicamente las generaciones que han sido educadas en las dos últimas décadas en los medios electrónicos de entretenimiento. Después de haber consumido miles de horas televisivas, video por internet, música en iPod, conciertos masivos, revistas del corazón, y de haber
vivido el tedio de una educación derruida y una familia pulverizada, estas jóvenes generaciones miran, escuchan y sienten al mundo a través del cuerpo electrónico de los medios de comunicación.
De ahí que estas infantilizadas almas sean mentes maleables por los medios que, ante la menor insinuación, los emotivos y maleables espectadores son movilizados con mensajes imperativos difundidas en las cadenas televisivas, los mensajes cortos en celular y Youtube (el cual es muy comentado y consumido pero inutilizado por las mentes politizadas).

En ese electrónico universo paralelo suceden muchas ficciones e irrealidades a las cuales están conectados millones de jóvenes, quienes cotidianamente esperan encontrar una novedad, la que sea. En su distraída conexión, los jóvenes, de vez en cuando encuentran novísimos guías de rostro de silicio, quienes hablan el lenguaje llano de la trivialidad y la percepción juvenil en busca de emociones fuertes en la red. La liga entre difusores y receptores entonces produce una especie de diálogo virtual que provoca una movilización efímera, lo cual no quiere decir que provoque organización social, al contrario, previene la colectivización. El resultado es que los jóvenes fragmentados en partículas individualizadas, responden a la convocatoria para exterminar emos y mañana asistirán a la convocatoria de convertir la plaza de armas en playa nudista.

Aquí lo que me interesa destacar, es cómo, en el universo electrónico se están construyendo estereotipos que hacen explotar frustraciones, desafectos y motivaciones de los individuos consumidores homogenizados mediante la técnica conductista de acción-reacción. No hay duda que el productor de estos videos que invitan a la movilización efímera sigue la pedagogía del director del internado de la película Los coristas: acción- reacción. Y como los chicos están aburridos (¿sería posible esto si los jóvenes estuvieran en una escuela o una familia que satisfaga sus deseos de libertad y creatividad?) entonces acuden a una “fiesta espontanea” o a “patear emos” para evadir el tedio del eterno presente. ¿Por qué mejor estos jóvenes van y patean a su inconsciente o al lado perceptivo que no
les gusta de sí mismos?

El ciudadano sin atributos responde reactivamente a la orden de su efímero y desconocido líder para salir mórbidamente a combatir su tedio, su sin aliento, su sin futuro, va en pos de un imaginario enemigo -encubriendo su conducta heterofóbica que también vemos al interior de los movimientos sociales, contraculturales y políticos-, cargando su tenacidad de ser únicos, auténticos, hasta llegar al lugar indicado y asestar el golpe al enemigo interior. Esta conducta de ceguera mediática deja fuera de foco las condiciones materiales de existencia del espectador, debido a que los medios y sus productores (ahora son infinitos gracias a Youtube; “no tienes tu televisión porque no quieres”) resignifican la idea de la diferencia.
Ahora la diferencia ya no es para dialogar o tolerar, es para combatir al que es igual a sí mismo, pero diferente en su “estilo de vida” y muchos conflictos de la diferencia se derivan del contraste entre vestimenta, gusto musical y signo tribal.

Es decir de la pertenencia imaginaria o real a una “tribu urbana” como suelen afirmar míticamente los reduccionistas especialistas en “problemas juveniles”, cuyos discursos han sido funcionales a los monopolios de la producción masiva de ropa y a la industria del entretenimiento. Obsérvese la utilización de la estética “tribal” para dirigirse al gran mercado juvenil.
Así es como se ha creado el universo virtual y urbano del “todos somos tribus” con el propósito de estimular las emociones de autenticidad y pureza cultural, dejando de lado las relaciones de poder y las económicas; somos iguales pero diferentes y puros. Ahora la diferencia degradada es construida al interior mismo de los grupos alternativos o marginales, anulando con ello el conflicto frente al poder que algunos de estos podrían tener, y estimulando el conflicto tribal entre los grupos sin poder. Podríamos decir que se construye una especie de balcanización social y juvenil.

En ese sentido entiendo la política tribal del PRD, las escaramuzas entre anarcopunks y neozapatos, la guerra de corrientes al interior de los sindicatos independientes, la violencia entre las porras de los equipos de futbol y el combate entre los clubs de fanz de cualquier artista del espectáculo de marcas. En estos fenómenos de tribalización siempre ocurre la misma historia de lucha poder y la pureza cultural del grupo. Esta interiorización de la diferencia, funcional al sistema hegemónico, produce configuraciones volátiles del diferente. Ahora cualquiera puede ser el diferente de acuerdo a la situación en la que se ubique, tal es el caso de la movilización mediática ANTIemo ocurrida el viernes pasado en la ciudad de Querétaro.


Esta acción colectiva mediática y efímera es un efecto de la Guerra Mediática Prolongada. El pasado 9 de marzo cuando leía las ocho columnas de La Jornada me quedé verdaderamente pasmado por el manejo noticioso del periódico preferido de las clases medias ilustradas.
Vayamos por partes. En la composición periodística sobresale la foto que captura el momento en que es golpeado un emo, me permitió entrever una enorme mentira y un juego perverso del medio (en otros medios nacionales no existen reportes al respecto), ya que si vemos la foto sin la inducción del texto a pie de foto, vemos a chavos vestidos comúnmente con sus playeras.
Hay un adulto con cámara en mano, pelo corto y camisa floreada, quien golpea al chavo emo.
Otro más con rostro indígena urbanizado jala la mochila del mismo chavo, mientras un pequeño grupo de chavos adolescentes miran como esperando una emoción fuerte, solo uno de ellos se tapa el rostro.

A cuadro no se ve ningún punk, dark o skato, quienes supuestamente convocaron al emolinchamiento.
Esta foto contrasta con el texto de pie de foto, el redactor del periódico afirma que “cientos de jóvenes –entre ellos punks, metaleros y darks- intentan linchar el viernes por la noche a integrantes del movimiento emo…”.
Se dice que “mediante correos electrónicos y volantes repartidos en centros educativos se convocó al ataque, perpetrado en la plaza de armas de la capital del estado. Algunos ciudadanos protegieron con sus propios cuerpos a los agredidos, con lo que los libraron de lesiones severas…”. En la nota interior de la sección Estados, cabecearon “Integrantes de “tribus urbanas” atacan a jóvenes emo en Querétaro.
Darks, punks y skaceros están molestos con su estilo, pues dicen que les copian, señala una joven. Sin ir muy lejos, aunque el caso lo merece, podemos anotar que hay una inducción para promover emocionalmente una confrontación política interesada. Utilizando todo tipo de estereotipos.

Primero es evidente una discordancia entre la imagen, en donde no vemos ningún dark, ni un punk, ni skacero, con el pie de foto inducido. Es manipulación pura de la información, por lo tanto La Jornada se hace cómplice del acto, achacándole la responsabilidad a sujetos que no la tienen. Ausentes en el acto y muy presentes en el imaginario estigmatizante de la sociedad. Contribuyendo con ello a la estigmatización de quienes participan en los movimientos políticos y contraculturales que se visten a la usansa punk, dark, o skatera. Rara y paradójica coincidencia ideológica entre un periódico que dice ser de izquierda y el “cuiden a sus hijos” (síntoma de que hay un “problema juvenil” según el gobierno PANista) del secretario de gobierno de la ciudad de Querétaro.

Esta paradoja entre un medio de izquierda y un gobierno local PANista se debe al otro síntoma anotado en la “nota informativa”, los dos gobiernos tienen en la cabeza el referente de las “tribus urbanas” y los estereotipos juveniles. Por eso a los chavos los tratan como sujetos imputables penalmente e irracionales que solo se enfrentan para satisfacer sus instintos violentos. Lo grave del asunto es que no se
encontraban estas “tribus” que brillaron por su ausencia.

Así, entonces, el suceso es resultado de los fenómenos producidos por los medios electrónicos y fácilmente manipulables por los jóvenes, en este caso Youtube (aunque podríamos introducir la fabula paranoica de que todo fue planeado por el Yunque), desde donde un anónimo productor de contenidos lanzó un mensaje heterófobo que tuvo un efecto persuasivo; decenas respondieron a la convocatoria en busca de emociones
fuertes. Cuyo hecho fue utilizado con fines disuasivos por parte del gobierno panista de la ciudad y del periódico La Jornada para demostrar a sus lectores “la maldad” de la ultraderecha y obviamente para vender más.

Una de las consecuencias políticas de la acción mediática anónima es que esta removiendo las emociones latentes de los colectivos políticos de la ciudad y el imaginario de la represión.
A esto le llamaría un ajuste regulatorio de autodisciplina paranoica. El cual cobra sentido de realidad si recordamos el impacto mediático y real derivado de los ataques del EPR en las instalaciones de PEMEX en la región; y la presencia de un enlace de las FARC en la ciudad de Querétaro (Esta es una versión de los medios de comunicación).

Es evidente entonces que el efecto emo está produciendo respuestas tardías y emocionales en un contexto donde las autoridades del control político local y nacional están interesados en que los grupos políticos se nieguen a sí mismos. Lo peor que pueden hacer los miembros de los colectivos y movimientos es responder de manera visceral y emotiva. Más bien de lo que se trata (mientras no
haya represión directa) es de construir un discurso crítico hacía los medios, aún de los que confiamos, y el análisis de la situación desde una perspectiva compleja. Pienso que es hora de hablar de las afinidades entre los grupos y colectivos; de analizar con nuevas teorías nuestra realidad, la cual debe tomar en cuenta las nuevas formas de hacer política desde los medios de la convergencia digital (celular, internet, youtube).

Mtro. Pablo Gaytán Santiago

No hay comentarios.: