14 abril 2008

Gerardo Pérez : expediente de obstáculos en 30 años de trabajo de gestoría cultural en el edo. de Puebla

Foto Eli Peña El promotor cultural y filósofo Gerardo Pérez Muñoz criticó la falta de sensibilidad en las políticas culturales que buscan comunicar la cosmovisión de los hablantes de las lenguas maternas.

Gerardo Pérez Muñoz, quien recientemente fue sustituido de la Unidad de Culturas Populares Puebla, charló con la Revista Intolerancia acerca de los distintos factores que un gestor cultural, que trabaja directamente con creadores indígenas, traductores e investigadores interesados en la cosmovisión de los hablantes de las lenguas maternas, debe fomentar: la comunicación entre mestizos e indígenas, con la intención de comprender la cosmovisión de ambos sectores.

Pérez Muñoz se acomoda sus lentes, a lo John Lennon, sujeta el asa de la taza y sorbe café; extrae un Delicado sin filtro de la cajetilla, con cerillos de madera enciende su tabaco. Como gestor cultural comencé hace mucho tiempo, dice pausadamente, allá en Huauchinango. Avienta el humo del cigarro y afirma: “inicié en los 70 por una doble vía, primero estuve haciendo estudios para ingresar al sacerdocio, para entrar al seminario en Tulancingo, lo que me llevó un proceso para vivir en una comunidad indígena de Chiconcuautla y en los 70, junto con Eduardo Fuentes, creamos la primera célula del Partido Comunista Mexicano en Huauchinango”, junta las palabras poco a poco, como si fuera rebobinando los pensamientos.

Me dejaron en la 8 Poniente
El pasado se hace presente cuando cuenta que su relación con los hablantes de lenguas maternas fue determinada porque en toda la región de la Sierra Norte convivía con indígenas. Tuve trato con varias comunidades, agrega, y conocí a Melitón Hernández. “A él lo matan al inicio del sexenio de Carlos Salinas de Gortari (1988)”, sentencia. Hace una pausa dramática: bebe café. Continúa relatando que el director del Centro Coordinador Indigenista, a finales de los 80 era Pedro Martínez Lara. “Con él nos fuimos involucrando con los jornaleros agrícolas en las fincas cafetaleras, en Xicotepec; luego, a mí me sacan de Huauchinango, me depositan aquí, en Puebla, estuve desaparecido en manos del Ejército. Me acusan de guerrillero, de formar una célula guerrillera y me traen a Puebla con la consigna de que no vuelva a Huauchinango”, acelera las palabras; la fuerza de la narración oral se detiene de pronto cuando explica que los soldados lo secuestraron.

“Me dejaron en la 8 Poniente; después de encostalarme, eso sucedía en aquellos tiempos, me trajeron a Puebla”, dio cuenta del rapto institucional, usanza típica de la milicia capitaneada por los gobiernos priistas.

Filosofía y culturas populares
Estudió filosofía en Puebla. Pérez refiere que comienza dar clases de Historia y Filosofía; pero continúa con su militancia política. Trabajó en preparatorias de la Universidad Autónoma de Puebla (UAP). Tras este lapso como profesor, obtuvo un empleo en el Instituto Mexicano del Café (Inmecafé). “Estuve en Mizantla; ahí tuve un conflicto con el delegado del Inmecafé. Obviamente, salí de este organismo. En 1986 entro a Culturas Populares Puebla, dirigida por Luis Felipe Crespo Oviedo, así es como llego, como promotor, como un trabajador más de la unidad”, cuenta.

Expone que en la Unidad de Culturas Populares inicia, ya en Puebla, laborando en aspectos de ferrocarrileros; posteriormente se involucra con la Asociación de Cronistas y Narradores de la Sierra Norte, con proyectos de cultura urbana en la que están involucrados chavos banda. “Desde entonces se inician los encuentros de lenguas y literatura indígenas. En 1993, 1994 y 95 hacemos los encuentros de chavos banda en Puebla, en el 96 empezamos a trabajar sobre los coloquios de cultura indígena; un proyecto que me encargaron y que formé”, señala y pide una segunda taza de café; ve de reojo la cámara que lo mira a unos cuarenta centímetros de distancia. Escucha el click, no ve directamente al lente. Enciende otro cigarro; el segundo de la entrevista. “Sí, cierto, comenta, generé relaciones con varias personas y en especial con los creadores del estado que te conocen y brindan su amistad, pero también había nexos con creadores de fuera del estado; particularmente con la Asociación de Escritores en Lenguas Indígenas, con Natalio Hernández, Librado Silva Galeana y Francisco de la Cruz”.

Racismo
Sobre los principales problemas a los que se ha enfrentado como gestor cultural, afirmó: “hay muchos problemas en cuanto a la visión de los creadores mestizos y los indígenas. No hay un diálogo entre ellos. Me parece que se trata de un asunto de racismo; por ejemplo, para muchos mestizos el trabajo de los indígenas no es arte”.

Explicó que los mestizos critican el trabajo en lenguas maternas porque no consideran que haya poesía o literatura en los textos. “No consideran literatura lo hecho por los indígenas”, destacó.

Relató que el trabajo de los medios de comunicación cumple una función importante en lo que se refiere a divulgar los textos en lenguas maternas, hecho poco común en Puebla. “Un medio que nos abrió los espacios a través del suplemento ‘Río’ fue Intolerancia. Ahí aparecían las memorias de los encuentros. Se publicó el trabajo de Macario Matus, Briseida Cuevas, Natalia Toledo, entre otros. El problema central, me parece, consiste en legitimar el trabajo de los creadores de ambos ámbitos”, disertó.

Hay un divorcio entre creadores indígenas, aseveró, no ha habido este puente, este diálogo que enriquecería a todos: la comunicación entre dos puntos de vista distintos.

Refirió que él encuentra un aspecto importante en las unidades de culturas populares: “la dirección y las unidades ya no tienen el mismo espíritu que tuvieron cuando nacieron. No hay mística con el trabajo, entre lo pésimo del salario que se percibe en culturas populares, el problema central es la llamada descentralización”.

Mencionó que el hecho de descentralizar las unidades ha afectado el desempeño de estos organismos: “hay una descentralización de lo centralizado, es paradójico, pero cuando conviene estamos centralizados, cuando no, pues estamos descentralizados”, criticó la ambigüedad de esta posición institucional.

Continuó exhibiendo las fallas de las políticas culturales en lo que se refiere a sectores minoritarios. “No en todos los institutos o secretarías de cultura se les da el valor a las culturas populares. Depende mucho del secretario o director del instituto y el presupuesto es un factor indispensable para hablar del desdén con el que se trata a las unidades de culturas populares. El presupuesto es bajo, 230 mil pesos. Tienes que implementar proyectos, además, pagar el gasto corriente, como teléfono, fax, viáticos. Realmente es un bajo presupuesto”, detalló.

Ante el escaso capital, dijo que concluye ciertos proyectos porque recurrió a varias estrategias; por ejemplo, el Festival de Lenguas y Literatura Indígena se realizó porque recibió apoyo de compañeros y creadores. “Se aprende mucho de la capacidad de gestión para sacar adelante el trabajo, es la respuesta para subsanar el poco presupuesto”.

Pequeños resultados
Al hacer mención de los logros obtenidos por la Unidad de Culturas Populares Puebla, mencionó que el Premio Estatal para Creadores y Creadores Indígenas, el Festival de las Artes y Culturas Indígenas y la supervivencia de la Asociación de Cronistas Historiadores y Narradores de la Sierra Norte y el Encuentro de Médicos Tradicionales son aciertos que deberían continuar, a pesar de que él ya no está al frente de la Dirección de Culturas Populares del estado.

“A pesar del poco personal, no cubres toda la demanda que existe, me refiero a que no se pudo seguir trabajando con jóvenes en las grandes ciudades. Con nuevas expresiones de jóvenes en la Mixteca Poblana, que ni son indígenas pero ni se reconocen siquiera como migrantes. Hay fenómenos con características propias, tienen influencia de culturas norteamericanas. Son, sin lugar a dudas, cuestiones pendientes. Otro tema libre es la cuestión de las maquiladoras en el valle de Tehuacán. Éste es un proceso peculiar, son indígenas que pasan de ser campesinos a obreros. El otro fenómeno es la migración, el impacto cultural que se tiene en comunidades como Pablito Pahuatlán o Huauchinango”, dio cuenta de las investigaciones y apoyos pendientes que deberá enfrentar la Unidad de Culturas Populares.

Escaso apoyo
El principal obstáculo que enfrenta un gestor al trabajar con grupos minoritarios es la escasa visión de la política cultural en el estado. Digamos, argumentó, que el Fondo Estatal para la Cultura y el Arte de Puebla (Foescap) no apoya la creación indígena, no hay becas para pintores, escultores, videoastas indígenas; simplemente no están considerados en un programa estatal porque al preguntarnos por qué no se consideran, nos damos cuenta que no hay proyectos en beneficio de los creadores indígenas.

“No hay una política consistente, intentamos hacer más trabajo con chavos banda, cuando lo hicimos, al exsecretario de Cultura le pareció muy peligroso. Héctor Azar, en ese momento, nos pidió que no siguiéramos haciendo ese trabajo”, lamentó el desinterés por políticas que beneficien a sectores marginados.

Finalmente, explicó que en el municipio de Puebla se hablan más de 40 lenguas, dato avalado por el instituto Nacional de Estadística Geografía e Informática (INEGI). Consideró de vital importancia que se reconozca institucionalmente la diversidad cultural de la capital del estado y, en especial, que se desarrollen políticas que correspondan con la pluriculturalidad de los habitantes de esta ciudad.

“La intención, realmente, con las políticas culturales que se logren las condiciones de expresión, los espacios adecuados para que la gente puede expresarse en condiciones de igualdad. De eso se trata la gestoría cultural, de comunicar a varias personas la forma de ver el mundo”, concluyó mientras encendía el tercer cigarro y daba el último sorbo a su café.


Federico Vite